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lunes, 21 de febrero de 2011

Saber cuando callar es decir lo que los demás quieren oir.

Cautelosamente recorrí con el pensamiento, el camino que transitarían luego mis palabras;
Supe ver las fallas de una frase a destiempo;
Elegí un momento, cree no una, sino tres oportunidades;
Esperé, nada pasó excepto el tiempo;
Me eché atrás, desandé lo andado;
Tomé carrera y me lance al vacío…
Ese día no llevaba paracaídas;
El suelo era árido y duro;
El impacto fue terrible;
Traté de incorporarme, pero algo en mi se había quebrado;
Busqué ayuda, el lugar estaba desierto y el sol lastimaba mis ojos;
Pensé e dejarme morir, pero solo lo pensé;
Desperté aturdido y desorientado, observé el lugar;
Allí estaba, justo antes de saltar, nada había sucedido;
Tuve la posibilidad de elegir, elegí saltar al vacío una vez más;
Y si, el suelo era árido y duro…
Sobreviví, aún hay algo quebrado en mi;
Pero es algo real, y no un pensamiento de lo que pudo ser.
(Igualmente, ahora siempre llevo, bien sujeta a mi espalda, una mochila verde oscuro que suaviza mis caídas)

Creo que la espontaneidad es un don, uno que puede hacerte tropezar muchas veces, lo cual no es algo que me moleste, pero hay que cuidarse, para que luego de muchos golpes, uno no comience a volverse insensible.

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